Duelo en tiempos de COVID: no sólo existe uno.

Generalmente tendemos a pensar en el “duelo” sólo en el contexto de la muerte, sin embargo, este se produce como reacción ante la pérdida de algo que tiene valor, real o simbólico para quien lo pierde. En general se pueden clasificar las pérdidas en:
-
Pérdida de la vida: es un tipo de pérdida total, ya sea de un ser querido o de uno mismo cuando se tiene que lidiar con su propio final debido a enfermedades terminales.
-
Pérdidas de aspectos de sí mismo: son pérdidas que están relacionadas con la salud, al referirse a aquellas pérdidas de nuestro cuerpo, incluidas las capacidades sensoriales, cognitivas, motoras y psicológicas (autoestima, valores, ideales, ilusiones, etc.)
-
Pérdidas de objetos externos: aquí aparecen pérdidas materiales, por ejemplo del trabajo, la situación económica, pertenencias y objetos.
-
Pérdidas emocionales: como pueden ser rupturas con la pareja o amistades.
-
Pérdidas ligadas con el desarrollo: os referimos a pérdidas relacionadas al propio ciclo vital normal, es decir, el paso por las distintas etapas o edades, infancia, adolescencia, juventud, menopausia, vejez, etc.
Tomando en cuenta esta información, es posible observar que la pandemia de COVID-19 nos ha hecho enfrentar no sólo uno sino varios de estos tipos de pérdidas, las cuáles generan en nosotros sentimientos de: tristeza, enfado, rabia, culpa, miedo, ansiedad, soledad, desamparo e impotencia, añoranza y anhelo, desesperanza, abatimiento, sensación de abandono, amargura, inclusive sentimiento de venganza, mientras que las consecuencias físicas van desde: sequedad de boca, dolor o sensación de vacío en el estómago, alteraciones del hábito intestinal, opresión en el pecho, falta de energía, tensión muscular, inquietud, alteraciones del sueño, pérdida del apetito, pérdida de peso, mareos, etc.
En situaciones estresantes las personas pueden llegar a realizar acciones concretas y específicas que les permitan lidiar con las consecuencias emocionales, físicas y mentales, sin embargo, esto no significa que sean acontecimientos fáciles de enfrentar y pueden llegar a ser aún más complicado para quienes presentan dificultades para asumir la carga emocional que esto conlleva, incrementando la posibilidad de experimentar lo que hoy se reconoce como duelo complicado, que a su vez contribuye a la aparición de síntomas de ansiedad o depresión.
Por último, a pesar de que los duelos pueden producir una amplia gama de reacciones, pueden llegar a ser también oportunidades para nuestro crecimiento personal y realización, siempre y cuando seamos capaces de afrontar e integrar la pérdida a nuestras vidas. Sabemos que este proceso no es tan sencillo, por tal motivo no debemos temer en pedir ayuda pues para llegar a ver las pérdidas de esa manera, es necesario permitirse “bucear en uno mismo” y descubrir los sentimientos que habitan en nuestro interior, sin censurar, sin negar, dejándolos ir, por medio de procesos restauradores, cuyo principal objetivo sea la expresión de nuestras emociones ante la pérdida.